BELVEDERE, Klimt-El Beso

Audio Guide length: 2.27
español Idioma: español


La sección más interesante de la exposición es la dedicada a una serie de obras célebres de maestros como Klimt, Kokoshka y Schiele. También es tristemente conocida la historia judicial de algunas de estas obras, que fueron devueltas recientemente a las familias judías de las que fueron arrebatadas durante el nazismo.

Especialmente importantes son los cuadros de Gustav Klimt: paisajes, retratos y escenas alegóricas cargadas de seducción e intensidad. Una obra maestra muy apreciada es El beso, pintada en 1909, en el apogeo del período en el que Klimt embellecía sus pinturas aplicando finas láminas de pan de oro. Los dos amantes, abrazados y besándose, parecen aislados del mundo real e inmersos en una dimensión de otro mundo de emociones, sentimientos y abandono. El hombre tiene la cabeza inclinada hacia su amada; de él sólo vemos su espesa cabellera negra, su fuerte cuello y una pequeña parte de su rostro. Sus manos grandes, fuertes y viriles abrazan suavemente a la mujer de forma protectora, suave y cariñosa. La mujer tiene los ojos cerrados, completamente absorta en el tierno y anhelante abrazo. La mano derecha está casi abandonada sobre el cuello del amado, mientras que la izquierda envuelve y acaricia la del hombre.

Sin embargo, todo este sueño de amor esconde una trampa. El prado salpicado de flores se interrumpe bruscamente y los pies de la mujer se encuentran en el extremo. Los dos amantes se encuentran así en una situación precaria, simbolizando la fugacidad de la juventud y el rápido desvanecimiento del período favorable al amor. Sin duda, Klimt no podía imaginar lo que iba a suceder después: menos de cinco años después de completar la pintura, muchos amantes europeos se verían obligados a despedirse de manera apasionada pero triste. Vestidos con los uniformes de los ejércitos, los jóvenes debían subir a los trenes que les llevarían a las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Así, la Austria idealizada ilustrada por Klimt se vería eclipsada por los horrores de la guerra.

 

 

Curiosidad: el uso de pan de oro y algunos de los elementos estilísticos de El beso se inspiraron en el arte bizantino que Klimt había admirado durante sus viajes a Rávena, donde quedó fascinado por los espléndidos mosaicos dorados de las iglesias.

 

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