MUSEO DEL LOUVRE, Balsa Medusa Ala Denon Sala 77
Estás delante de La balsa de la medusa , de Théodore Géricault, protagonista del arte europeo durante las primeras décadas del siglo XIX.
Nacido en Ruan a finales del siglo XVIII, a los veinticinco años realizó un viaje a Italia que le permitió descubrir a Caravaggio y Miguel Ángel, lo que le llevó a expresar las emociones y las pasiones con una nueva fuerza, casi brutal, rechazando la armonía equilibrada del estilo académico. Incluso su vida privada era inquieta y poco convencional: a los 23 años se enamoró locamente de su tía, que cuatro años más tarde le dará un hijo.
En el mismo periodo crea La balsa de la medusa, terminada en 1819. El cuadro tiene unas dimensiones monumentales, y a pesar de las habituales referencias clásicas, te abruma por el crudo realismo del tema y el estilo impetuoso e implacable, muy lejano de los cánones académicos. Se representa un hecho verídico sucedido en 1816, cuando la fragata "Medusa" naufragó en el Atlántico, en la ruta entre Francia y Senegal. 149 náufragos consiguieron subirse a una balsa, sobre la que vagaron a la deriva durante trece días. Cuando finalmente fueron avistados y puestos a salvo, sólo doce náufragos estaban todavía con vida.
Géricault eligió narrar el momento dramático en el que los náufragos ven un barco en el horizonte y tratan desesperadamente de llamar su atención.
Poco después de exponer con gran éxito su obra maestra, el pintor, siempre pasional y temerario, se cayó varias veces de su caballo hasta contraer una infección en la espalda y una lesión en la médula espinal que lo llevaron a la muerte, con sólo treinta y tres años. Pero su obra dramática, dinámica y llena de ansiedad influyó profundamente en toda una generación de artistas, empezando por su amigo Delacroix, del que te hablaré en el siguiente archivo, que además posó como uno de los náufragos de la Medusa.
La suerte de los náufragos de la Medusa alude también a la situación política y militar a la que se había precipitado Francia después de la caída de Napoleón. En el cuadro, realizado poco después de la derrota de Waterloo, se reconoció inmediatamente un símbolo de la Francia derrotada y a la deriva: este fue otro motivo por el que esta obra maestra suscitó fuertes emociones.
CURIOSIDAD: para pintar de manera realista los cuerpos destrozados de los náufragos muertos o moribundos, Géricault realizó estudios en un hospital, donde no rehuía de los detalles más macabros. Incluso se construyó una balsa, probándola para entender qué significaba estar a merced de las olas.