BASÍLICA DE SAN FRANCISCO, Iglesia Superior Transepto Cimabue

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Comenzamos la visita por los famosos frescos del transepto, el pasillo transversal que hay al fondo de la iglesia donde se encuentra el altar, la parte más sagrada. Aquí trabajó Cimabue, el mejor pintor de Italia de la época. Quizás te lleves una decepción: donde una vez hubo grandiosas composiciones con fantásticos colores, ahora solo quedan pálidas sombras apenas reconocibles, tanto que hace falta armarse de paciencia para tratar de entender lo que representaban. El problema es que en la época de Cimabue aún no se conocía bien la técnica del fresco, que consiste en extender los colores, obtenidos a partir de minerales molidos, sobre una superficie de yeso húmedo, de manera que los colores penetren en profundidad.

Si no se realiza de este modo, con el tiempo el color tiende a desaparecer, haciendo que las pinturas sean irreconocibles. Además, los materiales que Cimabue utilizó para elaborar sus colores han mutado con el tiempo, y han revertido la relación entre claros y oscuros: lo que antes era blanco, ahora es negro y viceversa.

Pero puedo ayudarte al menos a vislumbrar la grandeza de este pintor contemplando la Crucifixión, en el transepto izquierdo. Observa el cuadro en su conjunto: para transmitir que con la Crucifixión la historia humana habría cambiado, Cimabue representó a Cristo en la cruz aislado en medio de la escena, lo recortó contra el cielo y puso a sus pies a una multitud de gente desolada por el tremendo evento. Todo el mundo entiende que el condenado no era ningún criminal: hay quien grita, quien se desmaya, quien alza los brazos, quien observa atónito y quien gira la cabeza....

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