CASA DE LA VENUS EN LA CONCHA-REGIÓN II, Fresco - Ai Voice

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Si bien la Casa de la Venus en la Concha impresiona por su elegancia arquitectónica, su verdadera fama se debe al grandioso fresco que domina la pared del fondo del peristilo. Se trata de una pintura mural monumental, de unos cinco metros de ancho y más de dos de alto.
La obra está compuesta por tres paneles principales sobre un fondo azul intenso. En el centro destaca una Venus desnuda, recostada dentro de una concha impulsada por las olas. Lleva únicamente elegantes joyas —un diadema, un collar, brazaletes y tobilleras— que subrayan su naturaleza divina y su feminidad. Su tez clarísima, casi nacarada, refleja el ideal de belleza de la época, cuando las mujeres de alto rango evitaban el sol para conservar la piel pálida. Su mirada, serena y distante, y su pose lánguida transmiten una sensación de armonía y equilibrio: la desnudez divina no es provocadora, sino símbolo de una belleza pura y eterna.
A los lados de la concha aparecen dos amorcillos: uno cabalga un delfín y el otro empuja suavemente el caparazón, completando la escena marina.
Los paneles laterales enriquecen el conjunto con detalles simbólicos. A la izquierda aparece la estatua de Marte sobre un pedestal: no el dios en persona, sino su imagen esculpida, que evoca a la célebre pareja mitológica de Venus y Marte, unión de belleza y fuerza. A la derecha vemos una fuente de la que brota agua, alrededor de la cual revolotean y beben coloridos pájaros, símbolo de vitalidad.
El significado del fresco va mucho más allá de la simple decoración. Venus no era solo la diosa del amor y la belleza: en Pompeya también se la veneraba como protectora de la ciudad, garante de la prosperidad y la fertilidad. Su imagen en el centro del jardín tenía, por tanto, un valor propiciatorio: presidía las fiestas y banquetes celebrados en el peristilo, bendiciendo con su presencia divina la vida doméstica y social de la familia.
Es importante destacar que este fresco no constituía un lugar de culto: en Pompeya existían los lararios, pequeños altares domésticos dedicados a las divinidades protectoras del hogar. La Venus en la Concha, en cambio, era una obra decorativa con un fuerte valor simbólico, concebida para impresionar a los invitados y reflejar el prestigio y las aspiraciones culturales de sus propietarios.

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