BASÍLICA DE SAN FRANCISCO, Iglesia Superior Giotto 1
En el transepto has visto las pinturas de Cimabue, que ilustró la vida de Cristo y el Apocalipsis. Usó imágenes dramáticas y visionarias, a menudo difíciles de entender. Su lenguaje pictórico, sin embargo, estaba demasiado lejos de la realidad como para que las personas más simples que frecuentaban la iglesia lo comprendieran.
Por este motivo, llamaron a pintores más jóvenes, cuyo estilo era más natural y simple y, además, conocían la técnica del fresco. Por fin vas a conocer la historia de San Francisco ilustrada por Giotto, uno de los narradores más geniales de todos los tiempos. Empieza por la pared derecha al fondo de la iglesia, cerca del transepto.
El primer episodio, Un hombre simple extiende su capa a los pies de Francisco, representa a un hombre que extiende un manto frente al santo, en la plaza de Asís, frente al templo de Minerva. Todo está claro, sin necesidad de explicaciones. El lenguaje de Giotto es simple, fluido, lleno de referencias a la realidad en las figuras humanas, en las poses, en las expresiones, pero también en la descripción del entorno en el que se mueven: la ciudad de Asís, los edificios con sus detalles esenciales. Son edificios de la época de Giotto, al igual que los personajes representados. Las columnas del templo son las únicas que no se ajustan a la realidad: Giotto pintó una menos para no recargar el espacio central.
Más adelante, encontrarás Francisco regala su capa a un caballero pobre. La diferencia con la pintura similar de Simone Martini, en la Iglesia inferior, es abismal. Todo parece suceder naturalmente y no hay refinamientos ornamentales (¿recuerdas la crin del caballo?). Las líneas de las montañas convergen en la cabeza del santo, para indicar que él es el centro de la historia.
En el siguiente fresco, titulado Francisco renuncia a la herencia paterna, observa cómo Giotto separó a Francisco, con la iglesia y los sacerdotes, de su padre, con el palacio y los burgueses. En el espacio vacío en el centro, las manos unidas del santo ponen de relieve la importancia de la oración.
El fresco titulado Expulsión de los demonios de Arezzo sigue el mismo esquema: la iglesia parece cargar al santo de la energía que después libera en el gesto de la expulsión.
Curiosidad: Giotto también era un hombre perspicaz. Se dice que cuando estaba en el taller de Cimabue, pintó una mosca sobre la nariz de una figura del maestro y que Cimabue notó el engaño solo después de haber intentado ahuyentarla con la mano.