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La historia de Constantinopla es una saga épica que abarca milenios de influencias y transformaciones. Fundada como una ciudad griega en el 657 a.C. por colonos de Megara, en la costa occidental del Bósforo, la ciudad inicialmente llevaba el nombre de Bizancio. Su ubicación estratégica pronto la convirtió en un importante centro comercial y militar.

Sin embargo, el punto de inflexión en la historia de la ciudad ocurrió en el 330 d.C., cuando el emperador romano Constantino I decidió trasladar la capital del Imperio Romano de Roma a Bizancio, que rebautizó como Nueva Roma y luego como Constantinopla. Este movimiento marcó el comienzo de una nueva era para la ciudad y para todo el imperio.

Constantinopla rápidamente se convirtió en el centro del Imperio Romano de Oriente, también conocido como el Imperio Bizantino. Durante su apogeo, entre los siglos V y XII, la ciudad era una de las más grandes y ricas del mundo, con una población multicultural y una escena cultural y económica vibrante. Sus imponentes murallas y su posición fortificada la hicieron casi invencible ante los ataques externos.

La ciudad también se convirtió en un importante centro religioso, con la construcción de magníficas iglesias y basílicas, incluida la majestuosa Basílica de Santa Sofía.

Sin embargo, Constantinopla fue a menudo escenario de conflictos e invasiones. En el 1204, la ciudad cayó ante las tropas de la Cuarta Cruzada, que saquearon y devastaron gran parte de ella. En el 1261, el Imperio Bizantino reconquistó Constantinopla, pero su poder e influencia estaban en declive.

En el 1453, Constantinopla cayó definitivamente bajo el asedio del Imperio Otomano, dirigido por el sultán Mehmed II. La caída de la ciudad marcó el fin del Imperio Bizantino y el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de la región, con Constantinopla rebautizada como Estambul y convertida en la capital del Imperio Otomano.

Bajo el dominio otomano, Estambul continuó prosperando como un importante centro político, económico y cultural. La ciudad mantuvo su posición como cruce de caminos entre Europa y Asia, y fue sede de importantes instituciones culturales y religiosas, como la Mezquita Azul y el Palacio de Topkapi.

A lo largo de los siglos XIX y XX, Estambul fue testigo de cambios políticos y sociales significativos, culminando con el nacimiento de la República de Turquía en el 1923 y el traslado de la capital a Ankara.

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